Hace unos años no era completamente consciente de esta palabra. Es una palabra tan común, tan usada al azar, que pocas veces me paré a pensar en lo que representa.
Representa mi derecho como ser humano, como ser viviente,
a una
vida digna
a una
vida llena de paz
a una vida libre
a una vida sin negatividad, ni estrés, ni juicios o prejuicios.
¿Por qué me pongo a hablar de esto ahora?
Porque sentía necesario expresar lo que siento, compartir con vosotros mis pensamientos y que vosotros me digáis si alguna vez habéis sentido lo mismo.
Muchas veces se me ha dicho, “¡Eres una maleducada! ¿Acaso no te da vergüenza hacer X? ¿Es que no respetas nada?”.
Recientemente llegué a una conclusión. Bastante sencilla, y sin embargo parece que nos cuesta llegar a ella.
El respeto se gana... Y se pierde.Así de simple.
No te voy a respetar si eres una persona tóxica que disfruta haciendo daño a los demás, me da igual si eres mi madre, mi padre, mi hermano, mi hermana, mi pareja, o mi primo de Cuenca.
Si tu simple existencia se basa en amargar la mía, lo siento, no hay ni una pizca de respeto para ti. Es más, me provoca asco que te atrevas siquiera a reclamarlo.
El hecho de ser familia no te otorga el derecho a reclamar respeto. El respeto se gana. El respeto se pierde. Y yo no tengo porqué aguantar tus gilipolleces sólo por ser familia. O perdón, por ser mayor que yo.
...
Nadie tiene derecho a haceros infelices, tenedlo claro. Vida sólo hay una, y hay que vivirla con quien vale la pena.
...
Dicho esto, ya me quedo más tranquila. Siempre que escribo aquí mis sentimientos, siento como si me quitara un peso de encima.
¿Vosotros qué pensáis?
Hacédmelo saber.
Cuidaos.